Doña Isabelita Rosado, ante su recuerdo inclino mi cabeza como lo hacen todos aquellos y aquellas que se respetan a sí mismos y respetan la dignidad puertorriqueña. Usted siempre estuvo dispuesta a entregar su libertad y su vida por la libertad y la vida de su pueblo.
Sé que durante la Insurrección de 1950, tanto usted como Carmín Pérez, Doris Torresola y don Pepe Rivera Sotomayor expusieron sus vidas para proteger la vida de nuestro don Pedro Albizu Campos. Mucho sería lo que podría escribir acerca de usted, de su valor y sacrificio y su amor por la Patria y, en particular, su amor por los niños. Sé que otros lo harán.
Dos días antes de su partida a la eternidad, la visité en el hospital junto a mi esposa y nuestro hijo. Al despedirnos entonamos La Borinqueña Revolucionaria. La recuerdo con su puño en alto cantando con nosotros. Nunca olvidaré cómo, aún ante la muerte, seguía siendo la puertorriqueña de siempre.
Escribo estas líneas, doña Isabelita, porque hay un anuncio politiquero de unos anexionistas entreguistas que ponen a la venta la dignidad y el futuro de nuestro pueblo. Usan su imagen para intentar comprar los votos de los ancianos con el ofrecimiento de 1.8 billones de dólares. ¡No sabrán estos señores que ellos podrán tener precio, pero usted jamás lo tuvo! Además, su pueblo la amó y la cuidó hasta el final de su valerosa vida porque los pueblos dignos reconocen a aquellos que viven con dignidad. Usted vivió para liberar la Patria; aquellos viven para entregarla.
Sé que en la politiquería colonial otros son los valores, o falta de ellos, pero por lo menos se debe tener un mínimo de vergüenza y respetar a los que les sobra la dignidad de la cual ellos carecen.
Gracias, doña Isabelita, por dejarnos como herencia el respeto a nosotros mismos.
por Rafael Cancel Miranda
28 de octubre de 2016
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