Entre el 30 de octubre y el 10 de noviembre de 1950, un centenar de miembros del Partido Nacionalista de Puerto Rico, se lanzaron en armas en ocho pueblos de la Isla y en la capital de Estados Unidos con la intención de proclamar la República de Puerto Rico. Los nacionalistas tuvieron el valor de combatir pobremente armados algunos, y otros sin armas, contra unas fuerzas que los multiplicaban en número y en equipo militar. La gesta no tuvo apoyo popular y fue aplastada fácilmente por la Policía insular y la Guardia Nacional de los Estados Unidos. Los insurgentes murieron o fueron condenados a pasar el resto de sus vidas en prisión. Los derrotados fueron invisibilizados y desacreditados y se ocultó lo que en realidad ocurrió, una insurrección.
Ricardo Díaz Díaz, Edmidio Marín, Heriberto Marín y Carlos Padilla fueron parte de esta épica. Defensores del ideal de independencia para Puerto Rico y miembros del Partido Nacionalista, acudieron al llamado de tomar las armas. Ricardo Díaz Díaz, provenía de una familia en la que todos eran nacionalistas, un veterano del Ejército de los Estados Unidos, fue el instructor militar del Ejército Libertador en el municipio de Arecibo. Heriberto Marín y Edminio Marín, fueron parte del único grupo que logró proclamar la República en la región de Jayuya, el último luchó en la insurrección con apenas 16 años. Carlos Padilla era estudiante universitario y miembro de la parte civil del Partido Nacionalista, aún así decidió participar en la insurrección.
Por medio de archivos audiovisuales, fotografías, animaciones y los testimonios de cinco participantes que sobreviven de la gesta revolucionaria construiremos la historia de esta lucha olvidada y nos sumergiremos en la memoria de un pequeño grupo de hombres que tuvieron la osadía de sacrificar sus vidas y enfrentar al gobierno más poderoso del mundo en nombre de la libertad. Sin embargo, la búsqueda por cumplir sus sueños estuvo marcada por la represión, la violencia, las traiciones, el sufrimiento, la soledad, la locura, la muerte, y la presente frustración de saber que no verán a Puerto Rico libre, cicatrices que se reflejan en el ocaso de sus vidas, pero que no han logrado destruir sus carácteres e ideales.
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