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jueves, 7 de julio de 2022

Boicot electoral, Frente Anti Electoral (FAE)


Por Antonio Camacho

Los anexionistas no fueron a Washington a crear una crisis sino a llevar y a exhibir sus crisis; las grandes crisis de valorización e identidad nacional que padece nuestro pueblo bajo el sistema colonial.

Tan pronto arribaron, deslumbraron a los washingtonianos con su marcada crisis de dignidad; crisis que los arrastra a comportarse como el esquizofrénico que sufre del delirio amoroso, que mientras más es rechazado más se empeña en ser amado.

Llevaron también, la crisis de identidad nacional; el sentirse menos por ser puertorriqueños y aspirar a dejar de ser para convertirse en el otro. También es notable la crisis de identidad histórica que mostraron; su atrofiado intelecto no les permite valorar en su justa dimensión los supremos sacrificios que, a través de nuestra historia, decenas de miles de extraordinarias mujeres y dignos hombres puertorriqueños han hecho en pro de la independencia y reafirmación patria.

Llevaron a la capital federal, incluso, la crisis de amor propio; tal es su ceguera que no pueden ver que su mendicidad de ser aceptados como parte del imperio norteamericano, no es otra cosa que instintos de auto destrucción originados por los complejos de inferioridad que nos crea el colonialismo.

Asimismo, es interesante mencionar la crisis que sufren de percepción de la realidad, especialmente cuando vemos a los legisladores y representantes imperiales pasando indiferentes a su lado, ignorándolos como si no existieran. No tienen conciencia de que la mendicidad inspira a la compasión y al rechazo, no al respeto y a la aceptación, y menos a ser considerados como iguales.

Además de todas esas crisis, es notoria la crisis de conocimiento del momento histórico que ostentan; ignoran totalmente cuán acelerada es la decadencia de Estados Unidos y, por ende, como sus sueños exóticos de convertir a Puerto Rico en estado federado, se desvanecen como una estrella fugaz.

Por otra parte, en el homenaje que le rindió el Festival Claridad, el Presidente del Partido Independentista Puertorriqueño, Rubén Berríos Martínez, no se quedó atrás y también habló de la gran crisis que hay que crearle a Estados Unidos. “Estados Unidos no va a moverse a menos que el pueblo puertorriqueño le cause una crisis política que lo obligue a responder,” manifestó.

Celebramos que después de 75 años de la fundación de su Partido, Rubén haya expuesto tan importante descubrimiento en un festival. Pero, sin lugar a duda, Don Pedro Albizu Campos se le adelantó por muchos años a Rubén. No el Don Pedro que nos pinta como un discípulo de José de Diego, no, no, ése no. Hablo del Don Pedro discípulo de Simón Bolívar, de Betances, de José Martí y de Julio César Sandino; hablo del Albizu Revolucionario no del José de Diego sofista.

José de Diego necesitaba justificarse para encubrir sus contradicciones existenciales y buscar la paz consigo mismo. Una paz que nunca tuvo. Por eso nos legó el famoso sofisma que tanto repiten los patriotas acomodados, “Dentro del régimen, en contra del régimen.”

Pensamiento que en su sentido filosófico implica ser un reformista, por tanto, un respetuoso de la ilegalidad imperialista. Si sus intenciones hubiesen tenido un genuino compromiso libertario, hubiese invertido el sofisma, “En contra del régimen, dentro del régimen”, lo que implicaba ser un conspirador. Pero ese no era de Diego. Como abogado que participaba en las elecciones coloniales, siempre fue respetuoso de las leyes y decretos de la ilegalidad imperialista, y vivió muy bien dentro del régimen como defensor de los intereses de las centrales azucareras norteamericanas y de su sueldo como funcionario público.

¿Cómo podía estar en contra del régimen si era parte y sostén del régimen? Don Pedro fue irreverente a la ilegalidad del régimen y por consiguiente, antagónico a convalidar esa ilegalidad participando en las elecciones coloniales.

En contraposición a José de Diego, Albizu fue el abogado de los trabajadores de la caña en contra de las centrales azucareras y, vivió y murió a la altura de su pensamiento porque no colaboró con el régimen. De Diego fue un acomodado al sistema, Albizu un rebelde. De Diego, un colaboracionista que decía una cosa y hacía otra. Don Pedro, un hombre de acción, un revolucionario que como resultado de la crisis que le creó al imperio, el Congreso invasor se vio obligado a alterar las relaciones con Puerto Rico para encubrir el estado colonial vigente. Veamos.

Para finales de la década de 1940, era patente el sentimiento nacionalista y el malestar del pueblo por la expropiación de tierras para el establecimiento de bases militares.

Simultáneamente, existía una comunidad internacional que se oponía al colonialismo. La Metrópolis necesitaba dorar la píldora para encubrir sus perversas intenciones. Para ello le era necesario apaciguar al pueblo y acallar a la comunidad internacional. ¿Qué mejor que parapetarse detrás de un gobernador criollo para desviar la atención de la expropiación de tierras, el desahucio y destierro de miles de familias en la Isla?

En el año 1947, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la Ley Núm. 447, Ley del Gobernador Electivo, que le concedió al pueblo de Puerto Rico la facultad para elegir su propio gobernador. ¿Su propio gobernador? No de Puerto Rico, del imperio. Un monigote que le administraría bien la colonia. Un “dommy” fabricado, vestido, maquillado y perfumado de independentista por la propaganda imperial y quien se prestó, sin contemplaciones, a la persecución del nacionalismo y a encubrir los crímenes de Estados Unidos contra miles de familias desahuciadas, desterradas u obligadas a emigrar de su patria puertorriqueña con las expropiaciones para bases militares.

Con la Insurrección de Jayuya y el Ataque a la Casa Blair, Albizu y el movimiento nacionalista le creó una crisis de proporciones internacionales al imperio. Por lo que al Congreso no le quedó otra salida que hacer cambios en su relación con Puerto Rico. En 1951 aprobó la Ley 600 en la cual se autorizó al pueblo de Puerto Rico a redactar la Constitución y a elegir un gobierno colonial bajo la dirección y condiciones impuestas por el imperio.

Está por verse qué va a hacer Rubén Berríos para crear esa gran crisis de que habla…, pues no basta cuántos vestidos se le ponga al mensaje de la independencia para atraer los votos y menos, cuántas elecciones se ganan, si es que se ganan, ni a cuántos decibeles suban los reclamos, ni cuántos reclamos se escuchen. Se necesita mucho más que eso, mucho más.

Rubén pregunta: ¿Qué hacer ante los nuevos tiempos? Y nos da la misma receta de los viejos tiempos; el círculo vicioso de las elecciones coloniales. Entusiasmado por el 14% de votos que recibió Juan Dalmau con su nueva fórmula de independentismo aguado, Rubén da por sentado que el PIP va a “alcanzar el poder político para crearle la crisis al imperio.”

También hace mención de ¨la acción concertada para los que quieren un mejor gobierno”. Es una crasa contradicción o puro infantilismo político el prestarse para administrarle bien la colonia al imperio y pretender crearle una crisis al imperio. Máxime cuando se trata de una colonia en quiebra, totalmente dependiente, bajo una Junta de Control Fiscal y cuando al gobierno federal le bastaría con atrasar sus asignaciones para maniatar cualquier administración independentista que se aleje de los dictados imperiales. Eso es si dejaran a los independentistas ganar unas elecciones sin que le tiren encima todo el aparato represivo.

Sin lugar a duda, aunque se pretenda tergiversar nuestra realidad política, la participación en las elecciones coloniales de un partido independentista, es una aceptación tácita de la ilegalidad imperial sobre Puerto Rico; y pretender vender la idea de que se puede administrar bien la colonia, es proyectar ante el pueblo una imagen falsa de las bondades del colonialismo.

Las elecciones coloniales son la camisa de fuerza que nos impone el imperio para sumirnos en la impotencia y destruir el espíritu y resolución de libertad de nuestro pueblo. En este momento histórico, la única crisis que el pueblo puertorriqueño puede crearle, es zafarse de esa camisa de fuerza de las elecciones coloniales con el boicot electoral y con la lucha en la calle. Es la manera de demostrarle con hechos al imperio que no somos ovejas que se dejen conducir al matadero sin hacer resistencia.

Claro está, para ello se necesita una sincera y comprometida vocación patriótica; un genuino desprendimiento personal que rompa con los mezquinos intereses partidistas y de clase.

…”Eso de las inscripciones y de las elecciones es la gran trampita. Si las inscripciones fueran buenas para Puerto Rico, los yanquis nunca tendrían inscripciones en Puerto Rico. Si las elecciones fueran buenas para Puerto Rico, aquí jamás habrían habido unas elecciones ni las habría. Las inscripciones y las elecciones es la trampa para que los puertorriqueños sigan dándole vueltas a la noria”… Don Pedro Albizu Campos, discurso en Lares, 1952.

El voto en la colonia es la genuflexión del colonizado ante el poder imperial.

Boicot electoral, Frente Anti Electoral (FAE)

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